Monarquía Invisible: Nos engalanamos...!
Monarquía Invisible…
Buenos Días, Buenas Tardes, Buenas Noches…
Mi prójimo Invisible: Un cordial saludo desde San Antonio de los Altos, Miranda, Venezuela…
¿Qué es La Monarquía Invisible? Es un Movimiento que pretende coadyuvar a restaurar la Monarquía de David para Israel y el Mundo entero… Partiendo de Venezuela para lograr este propósito, usando los medios informativos electrónicos actuales… Nos amparamos en HaShem y el anhelado enviado: Eliyahu Hanavi… Con la esperanza, no de un mundo mejor, sino: perfecto… Gracias…!
Nos engalanamos…
La Monarquía Invisible
se engalana, para presentar a una académica venezolana, que ha hecho un
interesante análisis sobre la situación actual de nuestro país (Abril 2023) con
perspectiva histórica. Voy a dejar que
ella se exprese por sí sola, ya que sus veredictos son muy acertados y no tiene
desperdicio. Gracias…
Ana
Teresa Torres (Caracas, 6 de julio de 1945) es una escritora, profesora y psicóloga venezolana.1 Novelista, cronista, articulista, ensayista e
investigadora. Graduada en Psicología (UCAB), con postgrado en Psicología Clínica;
Psicoanalista acreditada por la Asociación
Venezolana de Psicoanálisis; fundadora de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas y
miembro de la Asociación Psicoanalítica
Internacional. Fue profesora de la Escuela de Psicología de la Universidad Central de Venezuela.1
Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Teresa_Torres
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ENTREVISTA: PRODAVINCI
Ana Teresa Torres: “Estamos viendo el eclipse de
la revolución militar”
Por Hugo Prieto
Escribe Ana Teresa Torres*, en su libro más reciente La utopía destartalada (ediciones, Blanca
Pantin), lo siguiente: «En la mentalidad venezolana salta a la vista el
arquetipo heroico, que, a pesar de las transformaciones históricas, continúa
manteniendo su lugar como insignia o valor de la nacionalidad». Es un mito que
está vivo y ha servido para que el militarismo y sus expresiones políticas,
como las dictaduras, por ejemplo, sean un signo intermitente en la historia de
Venezuela.
Más
adelante, en otro de los ensayos incorporado al libro citado: «El imaginario
petrolero venezolano contiene dos creencias bastante distinguibles, y al mismo
tiempo aparentemente contradictorias. Una, el petróleo ha sido una maldición
para los venezolanos. Dos, el petróleo nos hace ricos a cada uno de los
venezolanos». No podemos encajar tanta ambivalencia, sin pensar en las
consecuencias que han tenido como elementos constituyentes del tejido social. Esa
inclinación cultural por desestimar, e incluso despreciar, las construcciones
logradas en el quehacer diario, en el esfuerzo cotidiano de los otros.
En
la novedad de estos años, sobresale la diáspora, la sensación de pérdida y el
duelo. El nuevo libro de Torres indaga en la psicología colectiva y el
resultado es paradójico, quizás una ironía sin llegar al sarcasmo. Los
elementos estéticos impregnan su escritura de una belleza inusual, al tiempo
que la lectura nos resulta un golpe certero en la emotividad. Dejemos que sea
la propia Ana Teresa la que nos hable de su libro.
¿La revolución bolivariana es una revolución
militar?, como lo dijo María Sol Pérez Schael-Fihman recientemente. ¿Está de
acuerdo con esa caracterización?
Sí,
completamente. Es lo que ocurre cuando pones en acción un mito, como ocurrió el
4 de febrero de 1992. El mito ya no es parte de la historia y de los
imaginarios, donde deberían quedar guardados, sino que termina precipitando,
efectivamente, una revolución militar. Visto desde hoy, resulta obvio. ¿Quién
estaba anunciando esa segunda independencia y toda la ideología bolivariana?
Los militares. No recuerdo a ningún civil anunciando nada de eso. Quizás mucha
gente no le dio importancia, no lo sé. Ha pasado bastante tiempo, pero con ese
concepto estoy de acuerdo.
El mundo civil quedó… me cuesta utilizar un
adjetivo, ¿Eclipsado, tal vez? ¿Paralizado?
El
adjetivo que usaste, me parece apropiado. Eclipsado, porque en el eclipse tú
dejas de ver algo, pero después lo vuelves a ver. En ese momento lo que quedó
fuera de la escena fue el mundo civil, que representaba 40 años de historia, 40
años de democracia, con todas las imperfecciones que les quieras añadir. Eso
quedó fuera de foco, de momento nadie lo quería ver. Pasado estos años, la
gente quiso verlo otra vez, por el desastre que se estaba produciendo era
demasiado grande. No es cuestión de echarle la culpa a nadie, pero gente de
distintos factores, de distintos orígenes, de distintas visiones políticas,
vieron el eclipse y el mundo civil quedó borrado ante aquellos discursos
incendiarios, eso fue lo que pasó. Yo me quedaba atónita al ver lo que estaba
ocurriendo en el Congreso Nacional en el lejanísimo año de 1999. Recinto civil,
por excelencia, ¿no? Allí llegó un señor, no juró lo que tenía que jurar y no
pasó nada. Se produjo el eclipse y los civiles, justamente, quedamos
eclipsados.
Este tema del heroísmo, el personaje de Bolívar, el
único, el divino, como lo llamó alguien por ahí, encierra, en su relación con
el pueblo adánico, una complejidad psicológica. ¿Podría desarrollar esa idea?
Los
mitos existen en todas las culturas, no es un invento venezolano. Y nuestro
mito, por excelencia, está relacionado con el arquetipo heroico, lo que
refiere, directamente, a la Guerra de Independencia. Esto es así y no se puede
cambiar, está en nuestra historia, porque Venezuela fue el país de avanzada en
lo que constituyó nada menos que la Independencia del imperio español. Eso es
un hecho histórico. Eso no se puede tocar, no se puede mover. Tienes a Miranda,
tienes a Bolívar. Ha quedado como el mito fundacional de Venezuela, que tampoco
es una exclusividad nuestra. El problema radica y eso lo trabajó largamente
Luis Castro Leyva, que con ese mito se ha hecho una suerte de plan político y
una suerte de que ante la palabra Bolívar, todos tenemos que decir que sí.
Claro, el uso político que le dio este sector militar estaba condenado al
éxito, porque estaba tocando la fibra substancial de la venezolanidad y la
estaba tocando en un momento en que el sistema democrático estaba en crisis. Lo
que tampoco es una exclusividad nuestra. ¿Qué país no ha atravesado por una
crisis? Pero había desconcierto, probablemente mucha decepción, era un momento
adecuado para lo que ellos quisieron hacer. Lo poco que sé sobre los mitos, lo
aprendí con Michaelle Ascencio, pero me parece que no se pueden borrar. Tienen
su momento de cúspide, pero como dijiste antes, se eclipsan. Diría que eso es
lo que estamos viendo, porque el fracaso es tan notorio que no hay manera de
reivindicar una revolución de contenido social, con todo lo que está pasando.
Ese mito se está eclipsando y ha costado muy caro.
Es una cosa muy curiosa, porque así como quedó
eclipsada la democracia, también quedó eclipsada la revolución militar.
Así
es. Eclipsada, pero en el poder, ¿no?
Creo que el mundo militar nos debe una reflexión
sobre el papel que han cumplido en la sociedad venezolana, en el manejo del
Estado, incluso en la Nación, en estos últimos 30 años. Pero a decir verdad, el
mundo civil también está en deuda, no se ha hecho una reflexión sobre la
diáspora y sobre el trauma, otro de los temas que aborda en su libro.
Yo
diría que en Venezuela todas las personas han sido afectadas por la diáspora.
El 25 por ciento de la población se ha ido del país en estos años. Hasta donde
he podido revisar, sólo en la Guerra de Independencia podemos hablar de una
perdida tan significativa. El doctor Pedro Cunill Grau, quien falleció
recientemente, la calculó en 44 por ciento. Estamos hablando del 25 por ciento,
que es menos, pero es brutal. Para mí es el drama más grande que ha quedado de
todo esto. No ha habido un diálogo suficiente sobre ese tema. Hay gente que le
ha ido muy bien y eso me alegra; otros, en cambio, no han tenido esa suerte,
incluso han sido asesinados. Pero ese no es el tema. El tema es que el país,
sin que haya habido una guerra, ha perdido el 25 por ciento de su población.
Pierdes tejido social, pierdes gente calificada para hacer todas las tareas que
tenemos por delante, gente que practica un oficio (dentro de los llamados
oficios menores), pero que son fundamentales para el funcionamiento de un país.
Efectivamente, ese duelo está pendiente, está por hacerse, primero reconocerse,
para poder entonces admitirlo.
Me sorprendió la reflexión que hace sobre el duelo.
La escena de los niños que perdieron a sus padres, fallecidos o desaparecidos
en el deslave de Vargas. No sé a quién se le ocurrió que era conveniente una
sesión con payasos para hacerlos reír, cuando el trauma, al menos, exige
sosiego, pero practicamos la frivolidad en todo momento y ante cualquier
acontecimiento. ¿Qué ocurre cuando una colectividad no procesa el duelo?
Creo
que individualmente hemos lidiado con esto. Pero estamos hablando, como acabas
de decirlo, de la colectividad. En ese ámbito no ha habido mucho diálogo. A los
políticos tampoco se les escucha demasiado, creo que nunca. Creo que es algo en
lo que hemos preferido pasar la página. Quedarnos paralizados, como si la
suerte de cada quien, buena o mal, fuera producto del azar. No, no. Esto es una
pérdida colectiva, es una pérdida nacional. De todo lo que estas personas
representaban en la cotidianidad del país, con sus inquietudes, con sus
quehaceres, con sus oficios. Para hacer un duelo, para elaborarlo, lo primero
que tienes que hacer es reconocer y decir: He perdido esto. Lo he sentido entre
los profesores universitarios, casi todos están fuera por razones obvias.
Entonces, yo creo que ese vacío todos lo sentimos individualmente. Lo que ha
faltado es el dialogo colectivo: Esto nos pasó.
Mientras la escucho, pienso en lo que plantea a
propósito del duelo. Quién no lo elabora alimenta resentimientos, rabia. De eso
se trata el drama social, ¿No?
El
resentimiento tiene mucho que ver con lo que ocurrió, esa arremetida tan fuerte
que hubo, especialmente en los primeros 15 años de esta revolución militar,
contra todo lo que significaba que alguien tuviera una buena posición
económica, que alguien tuviera una buena educación. Contra todo eso se
arremetió. Aquél que tenía algo era un indeseable, de alguna manera. Ahí se
destruyeron valores. Se creó una gran confusión. Lo que deja un país huérfano
de ideas. Todo lo que se había construido en 40 años de democracia, resultó que
era malo. Mucha gente lo pensaba. Y esto, a su vez, ha generado nuevos resentimientos
en las personas que, durante estos años, han perdido muchas de las cosas por
las que trabajaron y por las que lucharon. Es un círculo vicioso y no hay
persona que conozca la fórmula de cómo se detiene eso. De lo que sí estoy
segura es que la venganza y el resentimiento generan más deseos de venganza y
más resentimiento, entre unos y otros. Eso es casi que inevitable.
Otra de las cosas que me llamaron la atención es la
incapacidad que tenemos los venezolanos para valorar lo que hemos hecho, lo que
hemos construido, incluso, de valorar la cotidianidad, el trabajo de hormiguita
que termina en realizaciones satisfactorias. ¿Qué hay detrás de ese desprecio
por la cotidianidad y el esfuerzo individual?
No
sabría decir si es desprecio, pero si hay una altísima estima por otro tipo de
valores, lo que hablábamos anteriormente. A fines del siglo pasado hubo dos
investigaciones interesantes de la Escuela de Psicología de la Universidad
Central sobre el tema de los valores y en ambos había coincidencia: los valores
más importantes para los venezolanos estaban vinculados con el poder. En ese
sentido, una vida normal, en la que alcanzabas tus propias metas, era vista, no
con desprecio diría yo, pero como que eso no es demasiado importante. Lo
importante, realmente, es tener el poder. Eso, en mi opinión, está vinculado a
los arquetipos heroicos, pero esas son matrices de opinión, matrices de valores
que se pueden cambiar en una sociedad. Otro tipo de valores se pueden
estimular. Otra visión de la vida. ¿Pero que hizo la revolución militar? Se
regodeó en el poder y en la lealtad a los libertadores y fue erosionando los
valores, vamos a llamarlos así, de la clase media, hasta el punto de que logró
que la clase media se fuera. Eso está, dentro de lo que yo pienso, entre lo más
recuperable. Porque hay algo entre los valores del trabajo, de la persistencia,
del cuidado de lo que se tiene, que, a la vez, es evidente y fundamental para
una sociedad.
En tu ensayo sobre el petróleo tienes en cuenta los
aportes que ha hecho Miguel Angel Campos. Su opinión contraria a lo que han
dicho narradores e intelectuales venezolanos, que culpan al petróleo de casi
todos los males culturales que padecemos los venezolanos. ¿Qué fue lo que llamó
tu atención de su obra?
No
es un tema del cual sea una experta, pero a raíz de la película de Carlos
Oteyza me puse a indagar. Y me quedé sorprendida de la valoración que hacían
del petróleo intelectuales venezolanos, sumamente destacados, a lo largo del
siglo XX. Todo era malo. El petróleo era el minotauro, el vellocino de oro, el
excremento del diablo, estoy citando a Arturo Uslar Pietri, a Ramón Díaz
Sánchez, a Juan Pablo Pérez Alfonzo. A los escritores les parecía que el petróleo
acababa con el campesino venezolano. Mientras más indagaba pensaba ¡Qué bueno
que el petróleo pudo sacar de la pobreza a tanta gente! Era una nostalgia de
una Venezuela idílica. A lo que tenemos que agregar la idea, que se impuso
después, de que el petróleo es de cada uno de los venezolanos. Es decir, que a
cada venezolano le toca su barrilito. Eso es completamente falso, pero está en
el imaginario colectivo. Eso tiene mucho que ver con una pregunta ¿Por qué
tengo yo que esforzarme cuando vengo de un país petrolero? Todo eso contribuyó
a ir en contra de una cultura de otro orden. Eso también se va a modificar,
porque el petróleo ha perdido importancia y la lluvia de ingresos parece haber
terminado o no está presente en todo caso. Pero es increíble, como
intelectuales de distintas procedencias políticas cayeron en la misma idea de
que el petróleo era una maldición, cuando fue el instrumento que le permitió a
Venezuela salir de la pobreza.
¿Cómo se puede idealizar a una sociedad rural
iletrada, palúdica y sumergida en la agricultura de subsistencia?
Lo
que describe Miguel Otero Silva en Casas Muertas.
¿Cómo una sociedad atrasada puede calificarse de
idílica?
Es
algo sorprendente. Es la idea de que esta gente noble, buena, se iba a
envilecer y a prostituir. Es una cosa cuasi religiosa, no lo sé, no tengo una
explicación. Pero hay una coincidencia de las mentes más importantes en ese
período, incluyendo a Mariano Picón Salas. Como una nostalgia de la tierra,
bueno, ninguno de esos escritores había sido campesino ni había contraído la
malaria, la verdad sea dicha. Eran personas que habían disfrutado de buenos
niveles de vida. Eso puede hacer una diferencia. Y luego esa idea de que el
petróleo es de todos, que a cada quien le toca su pedacito.
Lo que se demostró en estos años es que el petróleo
era de Rafael Ramírez y de Tarek El Aissami.
Sí,
y de algunos más. Pero PDVSA era una empresa envidiable en todo el mundo y eso
también forma parte de las pérdidas.
No sabría decir si los venezolanos, a estas alturas
de la revolución militar, de la incredulidad que rodea la cuantía de la
corrupción, tenemos una patología psicológica. ¿Habría que revisar la obra de
Herrera Luque? Un neurólogo me dijo que se había quedado corto en sus cálculos
sobre las taras mentales. ¿Qué diría alrededor de la psiquis de los
venezolanos?
Todo
eso gira alrededor de la visión pesimista y negativa del país. Yo no coincido
con eso. De hecho, yo tuve cercanía y amistad con Herrera Luque y en algún
momento comentamos lo que dices, por supuesto, él no me iba a prestar atención
a mí, una joven psicóloga que le estaba llevando la contraria. No coincido con
la idea de que somos más o menos problemáticos que otras sociedades. La
corrupción está en todos los países, pero en un país petrolero, al que le ha
llovido ingresos petroleros, lógicamente, tiene que haber más corrupción. Ha
habido más dinero. Además, lo que se ha dicho una y mil veces, pero no deja de
ser cierto: la falta de control, la permisividad. Más bien, veo una sociedad
que sigue trabajando en condiciones muy adversas. Hemos tenido la lacra de la
corrupción, pero no creo que eso tenga que ser siempre así. No lo veo como un
destino que ha tenido Venezuela. Más bien es esa falta de no tener, y no
querer, controles. Si se robaron esos montos, esas cifras que uno no puede
manejar, es porque estaban en alguna parte.
Entonces, ¿la psiquis de los venezolanos era para
Herrera Luque lo que el petróleo a los intelectuales venezolanos?
En
parte sí. Toda la tesis de Herrera Luque está basada en su libro Viajeros de
Indias, en notas estadísticas, cuantitativas, de cuántos delincuentes pasaron
de España a América en tiempos del imperio español. Eso está fuera de contexto,
porque si eras mujer y hacías sola el viaje a América, eso era un delito; si
eras judío, eso era un delito, si habías robado un mendrugo de pan, era un
delito que se podía penalizar con años de cárcel. No tiene nada que ver con lo
que actualmente se tipifica como delito. Entonces, yo pienso que él llegó a
conclusiones erradas, pero lo curioso es cómo ese libro le llegó a mucha gente
y lo creyeron como una biblia. Esa tesis, científicamente, no se sostiene ni
cinco minutos. Pero fue creída sin el menor análisis.
En el último ensayo de su libro veo una coincidencia
con otros factores de la sociedad, alrededor de la necesidad de hacer algo por
el país, de comprometerse de otra forma con lo que hemos sido y somos los
venezolanos, de que tenemos que relacionarnos con el colectivo, con el entorno
que nos rodea de otra manera. Que tenemos que hacernos preguntas alrededor de
cuáles tareas asumir, de hacer el duelo y procesar el fracaso que hemos vivido.
Lo
titulé Luces y sombras, porque no veo únicamente las sombras,
veo también las luces. Tenemos que empezar por el reconocimiento de lo que
hemos perdido, que ha sido mucho, incluso la pérdida del país aspiracional.
Porque a partir de los años 50 del siglo pasado, en parte por el petróleo, pero
también por el advenimiento de la democracia, la gente en Venezuela aspiraba a
tener un mejor trabajo, una mejor vida, había un ímpetu de echa’palante, ¿no? La idea de salir de abajo está muy
presente en el venezolano. Sí, ha habido casos colosales de corrupción y tanta
permisividad que pueden llevar a una generación a pensar que esto está perdido,
pero yo veo a una juventud que quiere formarse, que quiere relacionarse con sus
iguales, que quieren tener trabajos productivos. ¿Echar para atrás? No, por
Dios. Eso era lo que quería Chávez, que nos bañáramos con totumas.
***
*Escritora y psicoanalista. Es autora de obras de ficción (novelas y cuentos) y no ficción. Colaboradora en medios impresos y digitales. Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua. Su obra ha sido merecedora de premios y reconocimientos en Venezuela y en otros países de Europa y América.
https://prodavinci.com/ana-teresa-torres-estamos-viendo-el-eclipse-de-la-revolucion-militar/
Juan Carlos Enmanuel Martín Rojas
juandelosaltos
Escritura Creativa en La Monarquía Invisible…
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Por JuandelosAltos: y La Monarquía Invisible...
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